lunes, 6 de noviembre de 2017

Salmo penitencial. Salmo 37

Jean Baptiste de Champaigne - El Buen Pastor

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera:
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;
no hay parte ilesa en mi carne, a causa de tu furor;
no tienen descanso mis huesos, a causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas;
mis llagas están podridas y supuran,
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido
todo el día camino sombrío,
tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo,
rujo con más fuerza que un león.
Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.
Pero yo, como un sordo, no oigo,
como un mudo, no abro la boca;
soy como uno que no oye y no puede replicar.
En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí.
Yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor,
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario